Leyenda del lago Lácar y leyenda de Copahue.

LEYENDA DEL LAGO LÁCAR: Las tradiciones orales entre los indígenas neuquinos son ricas en leyendas que explican la formación de accidentes geográficos. Según una de estas leyendas, trasmitidas por los antepasados, los lagos Lácar y Lolog, se formaron de la siguiente manera : hubo una rebelión en el Huenu Mapu (país del cielo). Dos ángeles malos desobedecieron a Nguenechén (Dios), pero fueron derrotados y precipitados a la tierra. Tal fue el impacto al caer, que produjeron dos enormes huecos que luego se llenaron con el agua de lluvia formando lagos.
Según otra leyenda autóctona, Lácar significa “ciudad muerta”, y la destrucción de esta antigua ciudad sucedió como sigue : Vivía en esos lugares, ya hace muchísimo tiempo una tribu, cuyo cacique era de muy malos instintos. No respetaba las tradiciones recibidas de sus mayores y, cruel y sanguinario, hacía lancear al que le desobedecía en lo más mínimo. Muchos indios de su tribu siguieron sus malos ejemplos y la violencia, las discordias y las malas costumbres se esparcieron por todo el pueblo. Nguenechén decidió borrar de la tierra tanta perversidad. Mandó a su propio hijo disfrazado de mendigo a pedir ayuda al cacique. Este, en vez de darle lo que pedía, se enojó porque un extranjero anduviera mendigando en sus dominios, e inmediatamente ordenó que lo empalaran, es decir, que lo ensartaran en un palo afilado para matarlo. Pero ante el asombro de sus verdugos, cuando iban a ejecutar la atroz sentencia, el hijo de Dios se convirtió en arroyo, y rápidamente se alejó a través de la ciudad. Estaban aún con la boca abierta ante este milagro, cuando escucharon una fuerte voz que gritó desde lo alto : “Tus maldades serán tu propio castigo”. En lugar de arrepentirse ante esos acontecimientos, el cacique se enfureció más aún, pero al llegar a su ruca encontró a su propio hijo muerto. Enteradas de todo esto las machis, convocaron a un Nguillatún, o Camaruco, para pedir perdón a Nguenechén y que cesara la inundación, pues una copiosa lluvia se abatió sobre la ciudad desde la desaparición del mendigo y amenazaba inundar todo el valle. El cacique, que no era creyente, no solo se mofó de las ceremonias religiosas, sino que hizo matar a los purrufes (bailarines). También destruyó el rehue (altar), cortando las ramas de canelo, árbol sagrado que preside las ceremonias, y para demostrar más su insolencia, bajó la bandera blanca, con la que se pedía que cesara la lluvia e hizó la negra, que es para pedir que llueva. Y así fue como el continuo diluvio hizo crecer el pequeño arroyuelo hasta convertirlo en un gran río y sus aguas arrasaron la ciudad, quedando las casas, animales y personas sepultadas bajo el lago que en ese lugar se formó. El insensato cacique fue condenado a navegar, montado en un tronco, sobre las aguas del lago por toda la eternidad.
Aún hoy sigue tan despiadado como entonces y durante las tormentas que suelen producirse en el lago, destruye cuanto encuentra a su paso : peces, animales o personas. Por eso cuando las olas se encrespan y los vientos braman en sus costas, todos tienen miedo y se alejan.

 LEYENDA DE COPAHUE: Copahue, que significa azufre, era el nombre de un temido cacique que do-minaba las tribus del sur y algunas del centro de Chile;sanguinario y tirano no reparaba en medios con el fin de sojuzgar el mayor número de ellas. Sus adver- sarios se aliaron con el objeto de terminar con su predominio, lo que consiguieron librando una violenta batalla en Llay-llay, (palabra onomatopéyica que imita el murmullo suave del agua corriente o del viento). Muerto el cruel cacique, su cuerpo fue enterrado en la parte
más alta de la zona, que es la que actualmente lleva su nombre. A su muerte, su hijo mayor tomó el gobierno y con el objeto de reconstruir el perdido poderío, trató de agrupar nuevamente a las dispersas tribus; inició así el cruce de la cordillera, encontrando en la cumbre de una montaña a una hechicera ocupada en el cocimiento de hierbas, a la que se aproximó con el pretexto de indagar el camino que debía recorrer. La belleza de la joven hechizó al cacique dominando su voluntad. Copahue preguntó entonces a la moza :     - ¿Este pecho fuerte y valeroso, por qué se siente débil en tu presencia? ¿Acaso tu amor lo aprisiona? Ella lo miró fijamente :     - Vete - le dijo -, pero lleva este amuleto que te dará mayor valor del que posees y cuando hayas ganado la primera batalla contra los que ataquen tu toldería, vuelve a mí. Copahue descendió la cumbre y estableció su campamento al pie del cerro. La profecía pronto se cumplió; fue atacado por un gran número de enemigos, a los que derrotó; ebrio de orgullo, pensó en escalar nuevamente los Andes en procura de la joven hechicera, lo que hizo desoyendo los consejos que, en sentido contrario le daban los ancianos de la tribu, y meses después, ella con su elegido y un indio que llevaba una bolsa llena de hierbas que usaba para sus hechicerías, llegaron al valle. ¡Qué triste fin les aguardaba allí! En efecto, al alejarse Copahue, muchos caciques no quisieron reconocerlo como jefe y menos aún a la hechicera a quien llamaban Pirepillán (nieve del diablo), iniciándose frecuentes luchas entre éstos y los leales al jefe, los que finalmente vencieron, festejando la victoria con nutridos brevajes preparados por ella con yuyos andinos. Mas Copahue, que al igual que su padre era cruel y feroz, fue finalmente atacado, dispersada su toldería y herido de muerte; al anochecer de aquel triste día, su amada acompañada por un indio fiel llegó ocultándose hasta donde estaba el cacique; carga-
on el cadáver de éste y al amanecer se reunieron con un grupo de indios leales. Estos, que creyeron encontrar vivo a Copahue, al convencerse de lo ocurrido, culparon a los amuletos y hechizos de la joven de la muerte del cacique, condenándola a morir lanceada, colgada de un árbol. La infeliz en su agonía llamaba a Copahue, mientras los indígenas cavaban una profunda fosa; pero al dar término a su tarea, fueron de improviso bañados por chorros de agua hirviendo que manaba fuertemente de entre los peñascos donde cavaban. Al angustioso grito de : - ¡Quetalcó! - agua de fuego hirviente, huyeron atemorizados creyendo en un castigo de Copahue. Alarmadas las tolderías vecinas, los indígenas no se atrevieron desde entonces, consecuentes con sus ritos, a cruzar por esos valles que llamaron Copahue, sin llevar consigo una piedra verde, a la que atribuyen la virtud de ahuyentar los malos espíritus; a esta piedra que hallaban en la montaña y que tenían por milagrosa, la denominaban “llanalhue” (algo de la otra vida). (Tomado de : “Miscelánea Sureña” de Ambrosio Delfino)

1 comentario:

  1. AME ESTOS LIBROS EN MI INFANCIA. DESARROLLE EL AMOR Y LA CURIOSIDAD POR CONOCER MI PROVINCIA DESDE MI 4TO GRADO...DONDE TUVE LA POSIBILIDAD DE ENCONTRARME CON ESTE MATERIAL QUE ME TRASORTO EN SUS RELATOS DE LEYENDAS, A CADA LUGAR DESCRIPTO. GRACIAS POR ACERCARME A EL NUEVAMENTE.

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